La
propuesta educativa que se gesta en la UNES asume lo mejor de las corrientes
pedagógicas que han marcado el pensamiento emancipador latinoamericano, desde
Bolívar y la perspectiva robinsoniana de Simón Rodríguez, hasta el pensamiento
de Paulo Freire, pasando por Jesús Ribero. La Universidad concibe la educación
como un derecho humano y un deber social de toda persona, sin discriminación
alguna, que el Estado debe garantizar de forma gratuita y obligatoria para toda
la población, en especial para los sectores más vulnerables; de allí su sentido
de equidad. En UNES la educación asume como función primordial la de fomentar y
orientar la formación del nuevo ciudadano y ciudadana, republicanos y
republicanas en un sentido de desarrollo pleno de su personalidad, del disfrute
de una existencia digna, de la valoración de la ética del trabajo y con
conciencia de participación ciudadana.
El
modelo educativo UNES asume al socialismo como valor fundamental de su quehacer
educativo, entendiéndolo como la continuación y profundización del principio
constitucional de democracia participativa y protagónica. Se asume como un
derecho, un proceso y un modelo en construcción, que apunta a establecer
interrelaciones justas entre los seres humanos, que favorezcan su desarrollo
integral mediante su protagonismo y la construcción del poder popular. La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el Proyecto Nacional
Simón Bolívar constituyen el punto de partida para la acción y el
fortalecimiento de las capacidades de los sujetos para participar en los
asuntos públicos; conlleva una praxis deliberativa y crítica para la
participación permanente y profunda, amplia y organizada, en torno a todo lo
que, por hecho y derecho, le pertenece al pueblo en los órdenes social, político,
cultural, territorial, ético, económico y productivo. En este sentido, el
socialismo del siglo XXI es democracia social, democracia económica y
democracia cultural; entendido como política es participativa y permanente.
En y
para todos los procesos de construcción del poder popular, el socialismo es
sustantivo y transversal. La idea del socialismo se conecta, desde la UNES y el
desafío de la seguridad ciudadana, con la realización del autogobierno y la
construcción de una nueva forma de Estado –el Estado Comunal–; se materializa
en el impulso de vibrantes procesos de participación protagónica, organización
popular y construcción de poder del pueblo que genere mecanismos de
autoregulación y nuevas formas de relación Estado – sociedad.
En
este contexto, la participación protagónica está orientada a ocupar y
consolidar los espacios legítimos y formales de intercambio, comunicación y
expresión de la ciudadanía con los órganos del Poder Público, para gobernar y
compartir responsabilidades en la gestión pública. Para el sujeto popular, la
participación protagónica se constituye en elemento fundamental para el
ejercicio del poder en diferentes instancias, y a través de diversos mecanismos
institucionales para la creación del autogobierno comunal. Por un lado, estos
mecanismos institucionales y sociales deben tensar y superar la democracia
procedimental propia de la sociedad capitalista. Por otro, en términos
generales el socialismo como proceso debe cuestionar y diferenciarse de la
esencia autoritaria de las relaciones de poder del capitalismo en lo económico,
lo político, la pareja, lo generacional y el género, entre otros.
El
trabajo que adelanta la UNES en los procesos de formación, de creación
intelectual y vinculación social se inspiran en las siguientes bases y
principios filosóficos y político-pedagógicos:
La
UNES asume radicalmente la dimensión
política de la educación, la creación intelectual y la vinculación social
y, por ello, reivindica el rol político de los discentes y trabajadores
académicos en general, así como de todo actor social comprometido en un proceso
educativo. Este rol político se concibe como la negación de la posibilidad de
lecturas neutras del mundo y la decisión, elección e intervención consciente y
combatiente en el mundo, para transformar todo aquello que niega la dignidad
humana. Para ello, la práctica y el discurso educativo en UNES debe “establecer
una dialéctica entre la denuncia de la situación deshumanizante y el anuncio de
su superación, que es, en el fondo, nuestro sueño”.
La
permanente democratización del poder político, económico, de producción
cultural, de incidencia y definición de las políticas públicas es la apuesta
del modelo venezolano del socialismo. El presidente Chávez ha señalado que “nuestra
línea estratégica es la igualdad… [esa línea] debe servir de referencia a todo
lo que hagamos... ¿Cómo eliminar la pobreza?: dándole poder a los pobres. Esa
es una consigna estratégica que debe dominar todo plan, toda acción de todos
nosotros en cada ente, en cada ámbito, en cada espacio”. Por convicción, la
UNES asume esta línea, considerando que la formación que propone es un proceso
de construcción con los sectores populares, no solamente para contribuir a
reducir la violencia y mejorar la convivencia conjuntamente con los
funcionarios encargados de cumplir y hacer cumplir la ley, sino lograr esto a
través del fortalecimiento del protagonismo y el poder popular.
La
filosofía que sustenta el modelo educativo UNES parte de una visión del ser
humano como sujeto político inacabado y, por ende, la educación es a lo largo de toda la vida. El ser humano jamás
deja de educarse, porque nunca deja de preguntarse, nunca deja de encontrar
nuevas respuestas, nunca deja de rastrear ni de asombrarse frente a la novedad
que le interpela. Así, siempre está aprendiendo y no necesariamente en
ambientes escolarizados sino en el barrio, la ciudad, la nación, los grupos a
los que pertenece, las fiestas, los rituales, las prácticas culturales, los
partidos políticos, las relaciones que sostiene, los libros con los que se
tropieza y decide leer o en su práctica social o política.
Sería
impensable que un ser así –programado para aprender– inacabado pero consciente
de su inacabamiento y por eso mismo en permanente búsqueda, indagador, curioso
de su entorno y de sí mismo en y con el mundo y los demás; y por histórico,
preocupado siempre por el mañana, no se hallase, como condición necesaria para
estar siendo, inserto, ingenua o críticamente, en un incesante proceso de
formación (Freire, 1996).
Todas las
personas, en todas las etapas de su vida, están aprendiendo. Ya Paulo Freire
(1996) lo decía: “no es posible ser humano sin hallarse implicado, de alguna
manera, en alguna práctica educativa”. Entendemos que el ser humano es un
aprendiz permanente, porque es esencialmente un sujeto inconcluso y, desde su
inconclusión, se aproxima a los conocimientos que, habiendo construido, se
reinstituyen o se deconstruyen a partir de su experiencia vital, para asirse de
otros que le permiten resignificar la vida cotidiana, los conceptos, las
prácticas y el sí mismo.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
son prácticas de leer el mundo para
cambiarlo. La gente no llega a los procesos educativos como tabula rasa,
con mente vacía. Todo lo contrario, llega con una historia personal, social e
institucional desde la cual resignifica todos los aprendizajes previos y
construye los nuevos conocimientos. Por eso, hemos entendido que la educación
es el proceso mediante el cual los sujetos comienzan a leer su propio mundo, de
modo tal que esa percepción ingenua con la que se suele entender el mundo como
lo dado, y no como lo que está dándose continuamente, comience a ser sustituida
por una mirada crítica, que formula preguntas develadoras, interpelaciones que
movilizan nuevas formas de comprender la vida y los contextos que parecen pero
no son inexorables.
Leer
el mundo es un proceso de decodificación de los símbolos, de los discursos que
circulan de forma dominante y de las representaciones sociales que están
históricamente instaladas, de modo que se pueda re-escribir o codificar una
nueva historia desde la certeza que da saber que los cambios, aun siendo
difíciles, son realmente posibles.
Me gusta ser persona
porque cambiar el mundo es tan difícil como posible. La relación entre la
dificultad y la posibilidad de cambiar el mundo suscita la cuestión de la importancia
del papel de la conciencia en la historia, la cuestión de la decisión, de la
opción, la cuestión de la ética y de la educación y de sus límites” (Freire
2001).
Leer
el mundo es atreverse a examinar eso que nos pasa a diario, por eso no se trata
de un análisis en abstracto, con categorías genéricas, sino que se hace a
partir de la vivencia de todos los días, los pensamientos propios, las
relaciones, las estructuras, las creencias, los mitos, lo que se nos presenta
como sentido común pero que oculta esencias.
Como
institución universitaria que nace y acompaña el proceso de cambios sociales,
económicos, políticos y culturales que llamamos Revolución Bolivariana, la UNES
asume responsablemente la intervención social transformadora. Para ser consecuente
con la misión de la UNES, “formar para transformar garantizando el derecho a la
seguridad”, desde una perspectiva filosófica –que se conecta con el enfoque
educativo UNES– se asume la necesidad de construir campos de conocimientos.
Estos se entienden como áreas de estudio de problemas de abordaje inter y
transdisciplinario, asociados con los temas de la seguridad; ámbitos de
problematizaciones –no autoreferenciales– en permanente transformación,
amplios, flexibles, abiertos y relacionales; educar a partir de problemas
sociales concretos mientras se aprehende su complejidad, multidimensionalidad y
situación relacional.
Constituyen
terreno fértil para la generación de comunidades de pensamiento y reflexión los
campos de conocimientos que se orientan a trascender las limitaciones
artificiales de las disciplinas y apuntan a una ruptura con el lugar desde
donde tradicionalmente se realizaba la formación, la creación intelectual y la
vinculación social de las instituciones universitarias.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
son activadores del poder protagónico
del pueblo. El ejercicio del poder no es más que la capacidad que tenemos
los hombres y las mujeres de actuar para influir sobre las acciones y decisiones
de los otros. Por ello, el poder no es esencialmente el ejercicio de la
prohibición, es un ejercicio de la seducción, la inducción, sugestión,
negociación. Estas relaciones aparecen en todos y cada uno de los ámbitos en
los cuales nos movemos, de modo que se naturalizan, y esas formas cotidianas,
en las que no fijamos nuestra mirada, forman parte de una técnica específica
del poder, son parte constitutiva del instrumental del cual el poder echa mano
para llevar a cabo, con éxito, su ejercicio.
El
concepto de poder cambia substancialmente y se transforma en un poder que
despierta poderes. Por ello, el poder circula, tiene carácter provisorio,
reclama constantemente participación activa. La educación popular tiene entre
sus propósitos fundamentales promover experiencias que sirvan para que los
sujetos sociales descubran que el poder no lo ostenta un individuo ni un grupo
de individuos, sino que todos tenemos poder y que, su ejercicio tozudo,
concertado, crítico y ético puede cambiar las condiciones materiales y
políticas del contexto que viola los derechos humanos y nos enajena.
Es
intención de la UNES organizar experiencias educativas que estimulen a los
sujetos para que asuman el ejercicio del poder desde la participación crítica
en los asuntos públicos; la deliberación colectiva en torno a los problemas
comunes que más nos aquejan, como la seguridad, la salud, la educación, los
servicios públicos, la tierra, la justicia; la posibilidad de influir en las
políticas de Estado y controlar su ejecución y gestión presupuestaria.
El desarrollo del pensamiento crítico es un
elemento fundacional del modelo educativo, de creación intelectual y
vinculación social que propugna la UNES. Nos remite al cuestionamiento de lo
dado, de la realidad impuesta; se propone visualizar distintas formas de poder
y dominación, no sólo de “clase”, sino más allá de ella: el género, lo etario,
la raza, entre otros, como formas de opresión. Una de las tareas primordiales
que promueve la educación en la UNES es el rigor metódico en el acercamiento al
conocimiento, a través de la intervención en el mundo. Para lograrlo se precisa
de un ejercicio constante y sistemático de análisis del mundo, el entorno, la
propia realidad, superando las barreras de la “culpa ideológica” que nos
imponen las clases dominantes para condicionarnos a aceptar la realidad como
algo dado que no podemos transformar sino aceptar. Para ello se fortalece en la
práctica educativa de la UNES la reflexión – acción y la investigación,
elementos entendidos como un todo indisoluble en el desarrollo de la curiosidad
epistemológica, a partir de la cual se crean las opciones que permiten ver esa
realidad que queremos transformar con otra óptica e incidir en ella para
cambiarla.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
se hace desde un pensamiento glocalizado.
Un mundo globalizado a pasos acelerados convoca al reconocimiento de la
diversidad que nos nutre como género humano, superando las barreras de la
superstición, el prejuicio y los anacronismos chauvinistas, sin que ello
signifique la pérdida de las identidades propias, construidas como acervo
cultural de nuestros pueblos desde las vivencias locales. La glocalidad,
entendida como forma de resistencia social ante la globalización de corte
neoliberal que nos impusieron con fuerza, es una invitación a vernos en la
dialéctica de lo cercano (local) y lo lejano (global), sin que esa tensión
degenere en minusvaloración de uno u otro componente de la relación. En
términos educativos, asumir la glocalidad implica para la UNES entender la
lógica de la formación, tomando en cuenta los grandes debates y procesos que se
gestan a nivel regional o mundial en el campo de la seguridad, las búsquedas de
soluciones a los problemas que en esta área afectan al género humano (las
diversas formas de la violencia, el crecimiento del delito transnacional, las
redes informáticas como vía para la acción criminal, la permeabilidad de las
fronteras de los Estados Nación para el contrabando en sus diversas formas,
entre otras problemáticas) y la posibilidad de enriquecernos en el intercambio
de saberes con actores que debaten y construyen, en sintonía, sobre los mismos
problemas y necesidades que, en nuestro contexto, nos afectan a nivel local.
La
UNES asume la integralidad en las
prácticas educativas, de creación intelectual y vinculación social, entendiendo
que la persona se constituye desde cinco dimensiones (corporal, emocional,
intelectual, social y trascendental) que interactúan en un continuo de
relaciones y que hacen a la misma persona. Cada una de ellas afecta y es
afectada por las otras dimensiones. La lógica de la práctica educativa debe
atender a esta multiplicidad, desde la cual las y los discentes se vinculan,
construyen relaciones y se insertan en el mundo. Esta perspectiva formativa se
vincula neuralmente con la propuesta integradora de los saberes que propone la
UNESCO, a saber: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer y
aprender a convivir con los demás (UNESCO 1996). En UNES agregamos aprender a
pensar y problematizar para intervenir las situaciones que atentan contra la
dignidad humana.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
tienen su asidero conceptual en el
diálogo, porque partimos de la premisa freiriana “el conocimiento no se
transfiere, se crea mediante la acción sobre la realidad” (1996-3). El diálogo
no lo hemos entendido como una técnica, sino como táctica eminentemente ética y
epistemológica, cognoscitiva y política, como un proceso de rigor, en el cual
existe la posibilidad real de construir el conocimiento, aceptar al diferente y
asumir la radicalidad en el acto de amar. El diálogo es más que un método, es
una postura frente al proceso de aprender-enseñar y frente a los sujetos: “unos
enseñan, y al hacerlo aprenden y otros aprenden, y al hacerlo enseñan” (Freire,
1993).
Asumimos
con Paulo Freire que el diálogo es un proyecto de encuentros en el que nadie
educa a nadie, todos nos educamos entre sí, mediatizados por el mundo propio y
con posibilidad de producir acuerdos argumentados, entablar negociaciones,
formular propuestas y solucionar conflictos (1998). El diálogo no existe fuera
de una relación. Por ello, el proceso que se da en el diálogo de reflexión
común, de pensarse, explicarse, verse, leer el mundo y proyectarse es, sin
duda, relacional. El diálogo como encuentro entre hombres y mujeres para la
tarea común de saber y actuar (Freire, 1998). En UNES entendemos que el ser
humano no puede pensar (se) solo, sin los otros y otras y, en ese sentido,
existe un “pensamos” que antecede al “pienso”, y por ello cualquier acción
educativa centrada en el diálogo es contundentemente relacional (Freire, 1996),
cuya implicación, en este caso, está unida con la acción conjunta y solidaria
que apunta a la transformación del orden establecido que, lejos de dignificar,
atropella y atenta contra la humanidad. Entonces, la premisa es dialogamos para
vivir viviendo y transformando el entorno.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
es transdisciplinaria. El concepto
de transdisciplinariedad hace referencia a aquello que se manifiesta en un
mismo estadio entre diversas disciplinas, a través de ellas e incluso más allá
de cada disciplina individual. La transdisciplinariedad nos permite lograr una
mejor y mayor comprensión del mundo en que nos desenvolvemos y generar una
concepción global del conocimiento. Psicología, sociología, policiología,
criminología, pedagogía, antropología, entre otras disciplinas, van tendiendo
puentes entre ellas y enlazándose en distintos niveles de complejidad, para dar
respuesta efectiva a las problemáticas de seguridad que deben abordar.
La
transdisciplinariedad tiene por objetivo la comprensión del mundo actual, que
no puede alcanzarse en el entramado de los estudios disciplinares. El enfoque
educativo que asume la UNES apunta a superar la fragmentación de los saberes.
La transdisciplinariedad juega un rol clave para la comprensión de la
complejidad de los temas de seguridad y su relación con la mejor calidad de
vida de la población, así como en la interrelación de los factores sociales,
políticos, económicos y culturales que se relación con esta comprensión supra
disciplinar del tema de la seguridad.
En
UNES se asume la educación, la creación intelectual y la vinculación social
desde un enfoque de género. Para el modelo educativo que impulsa la UNES, el
respeto a la diversidad de hombres y mujeres, en su condición de seres humanos
iguales en dignidad y derechos es fundamental. Por esta razón, las prácticas
educativas deben apuntalar ese reconocimiento a la diversidad e igualdad en que
convergen ambos seres, eliminando toda práctica que, sobre la base de
postulados sexistas o discriminatorios, afecten el igual desarrollo de los
procesos educativos por parte de educadores y educadoras, discentes o cualquier
otra práctica social que desde la universidad se genere. Para el código ético
UNES, cualquier persona que asuma una postura sexista, machista, clasista,
racista o de cualquier otra índole, se constituye en un transgresor o
transgresora de la naturaleza humana. Tal como lo plantea Paulo Freire (2009):
“cualquier discriminación es inmoral y luchar contra ella es un deber, por más
que se reconozca la fuerza de los condicionamientos que hay que enfrentar”.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
tiene un enfoque de derechos. Los
derechos humanos son considerados como el resultado de luchas históricas por la
protección de la dignidad humana y las luchas mismas por el modo de entender
esta dignidad y modificar las relaciones de poder que la oprimen o excluyen. En
este sentido, para la UNES el enfoque de derechos humanos se constituye en el
pilar axiológico sobre el cual se construye todo el proyecto de país que
estamos creando en Venezuela y es, a la vez, el referente ético universalmente
aceptado para medir los avances o retrocesos hacia una condición de mayor
felicidad, dignidad y justo desarrollo para los pueblos. En la Venezuela
bolivariana los derechos humanos son la base del modelo constitucional y están
plenamente reconocidos como objetivos y fines de la educación. Así lo reconoce
nuestra Ley Orgánica de Educación,13 al sostener que uno de los fines
primordiales de los procesos educativos es “Fomentar el respeto a la dignidad
de las personas y la formación transversalizada por valores éticos de
tolerancia, justicia, solidaridad, paz, respeto a los derechos humanos y la no
discriminación.”
Por
otra parte, el derecho a la seguridad ciudadana está garantizado en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, Artc. 55) e
implica "...la protección por parte del Estado a través de los órganos de
seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan
amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus
propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus
deberes". Pero, dado que la seguridad necesita un conjunto de otros
derechos –amén de la protección por los organismos de seguridad– que reduzcan
las vulnerabilidades y empoderen a la población más afectada por la violencia y
la inseguridad, este derecho debe interpretarse como articulado con el resto de
los derechos humanos garantizados en la CRBV y los tratados internacionales de
derechos humanos. Es por ello que lo entendemos, también, como seguridad de los
derechos, desde un enfoque holístico en función de la protección de la dignidad
de las personas y los pueblos, sin discriminación.
En
UNES se asume que la educación, la creación intelectual y la vinculación social
apuntan a la idea de una sociedad
ecosocialista. La educación como proceso transformador y humanizador no
puede concebirse sin una profunda comprensión del ambiente como construcción
cultural del ser humano. El ambiente expresa una unidad que no puede ser
reducida a lo “humano” y lo “natural” de manera fracturada. Desde esta
perspectiva es que entendemos la vinculación con la realidad ambiental en que
nos desenvolvemos, esa “inserción en el mundo” que define la acción política
como un hecho educativo. Por ello, las problemáticas ambientales que afectan la
glocalidad, producto de la actividad humana desmedida en la búsqueda de
satisfacer necesidades reales o inducidas, producen una serie de
cuestionamientos éticos que nos convocan a la reflexión sobre qué tipo de seres
humanos pretendemos ser, cuál es la forma de vida que aspiramos para nosotros y
nosotras y para las generaciones futuras, cuál es nuestro lugar en la
naturaleza y en qué tipo de mundo aspiramos desarrollarnos. Todo esto desde una
crítica fundada y radical del modelo de desarrollo imperante en el mundo,
producto del capitalismo expoliador, que impulsa al consumismo inacabado de las
riquezas del planeta y promueve irracionalmente la reproducción del modelo de
consumo de los países ricos en los demás países del mundo, sin atender a la
incuestionable limitación material del planeta para mantener ese ritmo de
consumo y degradación de la naturaleza que producen los seres humanos, lo que
afecta su hábitat, con toda la carga de cuestionamiento ético que ello implica.
Esa
perspectiva ecológica y ambiental debe tocar medularmente la propuesta
formativa que brinda la UNES, toda vez que la seguridad de las personas se
vincula directamente con las condiciones adecuadas de vida para la especie
humana y para todas las demás especies que habitan el planeta. Problemáticas
tales como la contaminación de las cuencas (que afecta el acceso al agua
potable); la pérdida de reservorios naturales (que afecta la sostenibilidad
ambiental y provoca catástrofes naturales como deslaves, migraciones de
especies peligrosas para la salud humana, etc.); y la destrucción de los
suelos, que afecta la seguridad alimentaria, son ejemplos concretos de la
dimensión que toma este tema frente a la garantía de la seguridad de la
población. Así mismo, la sociedad venezolana –sobre la condición de ser
Venezuela un país diverso, amazónico, andino y caribeño, en permanente tensión
y contradicción por su condición petrolera– tiene en términos simbólicos un
bagaje de códigos y referentes que acompañan el potencial de problematización
ecológica y un sendero para la afirmación de una ética del cuido.
El
modelo educativo, de creación intelectual y vinculación social de UNES pone
énfasis en la dimensión ética universal.
La ética es una disposición racional apropiada para la acción y la argumentación
en tanto es un saber práctico. La ética universal es la capacidad responsable
de los seres humanos de tomar decisiones sobre el proyecto moral con los
afectados y jamás de espaldas a las identidades y los intereses de los pueblos,
de modo que sea incluyente, en una suerte de pluralismo moral que facilite el
diálogo en sociedades diversas y pluriculturales como la nuestra, donde caben
diferentes concepciones de la vida, sin menoscabar unos principios mínimos de
justicia: la libertad, entendida como la capacidad de decidir por sí mismos
desde un ejercicio reflexivo y de participar de la vida política de las propias
comunidades; la igualdad de condiciones para desarrollar una vida digna; la
solidaridad, entendida como una acción para apoyar a los más vulnerables de la
sociedad; la tolerancia, entendida como la capacidad de aceptar, comprender y
convivir con la diferencia; el diálogo, como la mejor manera de resolver los
problemas que supone la convivencia plural.
La
ética universal debe estar presente en todo proceso de formación, tanto en el
discurso como en la práctica – testimonio, tomando distancia de la “ética”
acomodaticia constituida por el sistema explotador para favorecer los intereses
del mercado y justificar la visión utilitarista de las clases acomodadas. En
este sentido, UNES favorece la formación de sujetos de derechos que asuman un
marco axiológico en el cual la honestidad, el respeto, el reconocimiento de la
dignidad humana, el rechazo al burocratismo, la extirpación del clientelismo y
el cuestionamiento permanente y crítico a la ineficiencia e ineficacia son
valores prioritarios que deben internalizarse. De ahí que la lógica tradicional
del “funcionariado público” está llamada a desaparecer para dar lugar, desde
esta nueva perspectiva ética y política, a la figura de los servidores públicos
y servidoras públicas.
El
llamado de la propuesta educativa UNES es a lograr la necesaria coherencia de
vida en el discurso y el modelaje que exige el servicio al pueblo al que nos
debemos, superando las prácticas y los vicios, que históricamente han marcado
la institucionalidad pública en nuestras sociedades con democracias de baja
intensidad e instituciones puestas al servicio del poder fáctico y no del poder
popular. En ese sentido, asumimos los lineamientos que emanan del Plan Simón
Bolívar, a propósito de la creación de una nueva ética socialista:
La construcción de un
Estado ético, vale decir, de una nueva ética del hecho público. Un Estado de
funcionarios honestos, eficientes que más que un altar de valores exhiban una
conducta moral en sus condiciones de vida, en la relación con su pueblo y en la
vocación de servicio que prestan a los demás. Un Estado del cual se sienta
parte el ciudadano. El Estado está llamado a ser el espacio ético por excelencia…
(Plan Nacional Simón Bolívar 2007).